La astucia ensucia

Una tecnología puede ser buena aunque sea un fracaso comercial, y viceversa: una mala tecnología puede ser un negoción. El éxito comercial no tiene una relación de determinación con las mejores o peores tecnologías, sino con las lógicas comerciales.

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Un mantra de este podcast es que importante que veamos cómo se hacen las tecnologías, y no solamente disfrutar de sus posibles beneficios, si es que los tiene.

La razón es simple: la tecnología cambia nuestros gestos y a la larga, nuestra cultura.

Estas ideas pueden analizarse por fuera de los negocios.

Es decir: una tecnología puede ser buena aunque sea un fracaso comercial, y viceversa: una mala tecnología puede ser un negoción.

El éxito comercial, entonces, no tiene una relación de determinación con las mejores o peores tecnologías, sino con las lógicas comerciales.

Pero… ¿nunca escuchaste lo vivo que es Bill Gates o un político chanta que gana elecciones?

De eso se trata la astucia, que comienza a ser un problema cuando es considerada como categoría que otorga valor.

El astuto en Buenos Aires es el vivo, el pillo. La categoría opuesta sería el gil, o el clásico boludo.

Según Vero tengo un método mayéutico para explicar las cosas. Eso implica preguntar y repreguntar insistentemente, cosa que efectivamente hago con cientos de estudiantes cada año.

Por supuesto, sobre cuestiones de tecnología y sociedad.

Es abrumadora la cantidad de respuestas que presuponen que una tecnología puede ser valiosa por su estrategia comercial.

Y como es un presupuesto, es muy difícil de desarmar, aunque dificulta la actitud analítica. 

De hecho, la cadena de afirmaciones del tipo: si han sido capaces de ganar dinero, es porque su idea ha sido aceptada, y entonces está bien.

Pero lo que pudo haber sido aceptado tiene una procedencia plagada de decisiones que operan sobre nuestros gestos y abren o cierran posibilidades de todo tipo:

de relación social, de acceso a la diversidad informativa, de operar sobre el mundo, etc.

Estas posibilidades devenidas en gestos de una comunidad, (y para tecnologías globales, gestos globales) son parte de nuestra cultura y contribuyen al modo en el que interpretamos el mundo mediado. Son los anteojos con los que se ve la tecnología.

Desde este punto de vista, parece evidente que el éxito comercial queda en un segundo plano, aunque se asocia a las oportunidades que son tan importares para el discurso emprendedor. Tanto que se festeja el éxito comercial más que la actividad en sí. Pero lo que nos cambia son las cosas y no el pájaro que comió y voló.

Si valoramos la astucia y eliminamos la procedencia, nos encerramos en lo que se llamó instrumentalismo, que hoy reina como marco de ideas sobre las tecnologías y que deriva en afirmaciones que nos inundan, como “las tecnologías no son buenas ni malas”

Este marco limita la posibilidad de cuestionar a las tecnologías y diferenciar a los vivos, a los astutos, de los que realmente generan algo valioso.

Por supuesto, esto es más crítico cuando hablamos de tecnologías de escala, de infraestructuras, o de tecnologías que intervienen en las esferas públicas.

Cuando queremos entender mejor, las gafas están sucias, porque la astucia ensucia.

Tendríamos que pensar mejor eso de que la avivada es un valor importante, porque mientras las tecnologías se desarrollan, muchas veces nos toman por boludos.

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